¿Qué hicimos?
Traducción del alemán por Maritza García
Texto original de Friedrich Wolf
Edición por Emma Julieta Barreiro Isabel
Imagen: billete de Notgeld de 50 peniques de la República de Weimar con arte de Heinrich Linzen
Cuando hace años avanzábamos sobre el puente
Y él retumbaba a paso de marcha,
Cuando en el cañón de nuestros fusiles bamboleaban
rosas rojas, plegarias de amor, que nosotros…
Lanzábamos a cuerpos ajenos como balas, crédulos –
Entonces mentimos… mentimos… mentimos
A pesar de toda «la buena fe» – porque ni una sola
vez nos detuvimos por un instante, ni preguntamos:
¿Qué – hicimos?
O acaso – ¿nos detuvimos un instante, mil veces?
¡Quién pudo haber apretado el gatillo, sin que
se le apretase el corazón!
Pero… no osamos hacer la pregunta, que íntimamente
nos hacíamos,
No nos hicimos la pregunta…
¡Por eso tuvimos que – sangrar!
Brotó la pregunta… de oscura herida;
Cada mano, cada casa se tiñó hasta fundirse en
una sola mancha de sangre. La sangre de millones de muertos
anegó el paisaje, llenó de rojo las calles, trepó… trepó…
y ¡ondeó en las banderas rojas!
¡Entonces lo admitimos!
Y hacíamos retumbar el puente enganchados del brazo,
Crédulos… a paso de marcha. Sin armas, sin rosas alrededor;
Pero sí banderas rojas – sangre de nuestra sangre – Admonición colmada de futuro en los ojos.
Así marchamos, ni por un instante nos detuvimos. –
Tan solo una vez… en la mitad del puente, mientras se
dirigía a nosotros una pequeña cuadrilla, se desprende alguien
del destacamento, me tira de la mano, habla
Sonriente, inauditamente alegre, radiante y
en un tono para nada cotidiano:
«¡Hombre!»
Pero ¡Cómo lo dijo! – ¡En aquel momento!
¡Era todo bueno afortunado puro!
¿Por qué entonces se tiene que enlodar toda acción,
cuando se hace?
¿Porque se hace?
¿Porque no – se – hace?
Desde aquel día, en el que la bandera de sangre ondeó en el cielo,
¿qué cosa nueva hemos hecho?
Y ahora bien ¿hecho?
¡Alto! Queremos detenernos por un instante. No queremos
derribar con nuevas mentiras las viejas mentiras.
Queremos imputar las mentiras, darles caza en
todo el mundo, más allá del cielo, en las mentes, en los corazones y en los secretos;
Pero entonces… ¿qué queremos entonces?
¡Admitir!
¿Lo que hemos hecho?
Hemos destruido formas y – creado fórmulas.
Hemos renegado de las armas y – las hemos invocado,
para proteger las fórmulas.
Hemos alabado la comunidad de las naciones y – ¡hemos negado al hermano del Oriente!
El derecho a la verdad voló en pedazos una coraza milenaria.
Temblamos, nos desgañitamos: ¡Libertad! Y – echamos pimienta
en furiosas bocas anhelantes.
Hemos erigido escuelas para todos; pero en el andén del tren
ningún enguantado ayuda a una mujer con el cuévano.
Tenemos tribunales populares; hemos creado
casas consistoriales, sociedades contra la suciedad y el cine,
¡Y en el parlamento votan por la preservación
de la pena de muerte!
Tenemos de nuevo arte, colegios y alumbrado público normal
Y – sin embargo somos tan inmensamente lóbregos y estamos tan solos. Todo, lo que tenemos,
¡Es tan completamente absurdo, hueco, falso!
Tan solo alguna vez – muy raramente – alguien se detiene
en medio de la vorágine de las calles, como si hubiese
olvidado algo, como si tuviese que recordar
algo hace ya mucho tiempo olvidado.
Y mira la marejada tambaleante y no sabe, si
rotundamente les odia o rotundamente – les ama.
Y permanece inmóvil, no puede dar ni un paso,
teme perder el hilo hace ya tanto olvidado.
Y de repente… lo tiene… lo aprieta contra el pecho… ve,
como el tráfico, las instituciones, las leyes, las propiedades,
las preferencias
Es todo un solo monstruoso delirio, que a nosotros marionetas
nos ata a una noria sin sentido,
Que nos roba nuestro propio movimiento, nuestra propia
consciencia, nuestra propia vida,
Que nos hace extraños unos con otras, insensibles,
nos aniquila…
¡Nos hace sentirnos solos! –
Y este ser siente la infinita soledad del mundo,
la fantasmal desolación de todos los tumultos…
Y el corazón le da un vuelco y se le quiere salir por la boca…
banderas rojas… ondean… por doquier…
Pero ya no está enajenado; se ha aturdido de sobrio que
está, ¡más sobrio que los ocupados!
Lo siente: se debe comenzar con uno…
Despojado de toda mentira, imposición, ilusión, conveniencia,
Con una mujer, un amigo… y estos… yo con
el segundo… tercero… cuarto… estos y – ¿yo?
Como si yo fuera libre, indelirante, sincero… ¿acaso no
maté en mis pensamientos al repudiado?
¿No trago lomo fino, mientras al barrendero
se le esquilma el pan?
¿No me crispo ante el juicio ajeno? ¿No afino
versos, porque la palabra escueta no basta?
¡Cuántas cosas no hemos hecho!
Tenemos un Gobierno, parlamentos, tribunales, comisiones;
pero hay algo que no tenemos:
¡A nosotros mismos!
Tenemos estaciones inalámbricas por todo el mundo,
esperanto, clases de lenguas en todas las escuelas, y
sin embargo – ¡una persona no entiende a su vecino!
¿Vislumbramos lo que no tenemos?
Ay gentes – mejor seamos negros de Somalia,
para complacernos con el brillo de nuestra piel;
esquimales, para saber cálido nuestro aliento, ¡Pero no permitan que sigamos siendo:
francotiradores autómatas, aparatos
educativos, cadáveres de la cultura!
Pues tenemos tanto y – nada.
En esta primera conmemoración de un futuro soñado
¡no haya discursos, ni programas,
ni tumultos, ni banderas!
¡Es-cu-chen!
Pacientes, serenos, fieles solo a ustedes mismos, solo
una hora de ininterrumpido silencio…
¡Escuchen!
Y van a oír, van a – oír – lo que solo cada uno percibe,
Pero que es tan poderoso, que les salvará
A ustedes – ¡Todos!
En conmemoración del 9 de noviembre de 1919 – primer aniversario después de
un largo periodo de guerra que dio inicio a la República de Weimar.
Da vor Jahren wir über die Brücke zogen
Und sie donnerte vom Gleichschritt,
Da aus unsern Gewehrläufen rote Rosen nickten, Liebesgebete,
Die wir … als Kugeln in fremde Leiber schickten, gläubig –
Da logen wir … logen … logen
bei allem „guten Glauben“ –
Weil wir nicht einmal innehielten und fragten:
Was – taten – wir?
Oder – hielten wir inne, tausendmal?
Wer könnte den Finger krümmen am Hahn, ohne sein Herz zu krümmen!
Aber … wir wagten die Frage nicht, die sich
in uns stellte,
Wir stellten uns die Frage nicht …
Drum mußten wir – bluten!
Ausbrach die Frage … aus dunkler Wunde;
Jede Hand, jedes Haus färbte sich
zu einer einzigen Blutansage. Das Blut der Totenmillionen
kam übers Land, rötete die Straßen, stieg … stieg …
und wallte in den roten Fahnen! Da bekannten wir!
Und wir donnerten über die Brücke Arm in Arm, Gläubig … im Gleichschritt. Ohne Gewehre, nicht rosenumwunden; doch roter Fahne – Bruderbluts –
zukunftstrunkne Mahnung im Aug.
So zogen wir, hielten nicht inne. –
Einmal nur … mitten auf dem Brückenbogen, da uns ankam ein kleiner Trupp, springt irgendeiner aus dem Glied, zieht mich bei der Hand, spricht Lachend, unfassbar heiter, glückstrahlend und
gar nicht alltäglich:
„Menschenskind!”
Aber wie er’s sprach! – Damals!
War alles gut glücklich keusch!
Warum denn muss jede Tat unrein werden,
wenn man sie tut?
Weil man sie tut?
Weil man sie – nicht – tut?
Was haben wir seit jenem Tag, da die Blutsfahne am
Himmel wehte, Neues getan?
Und also: getan?
Halt! Wir wollen hier innehalten. Wir wollen nicht mit
neuen Lügen alte Lügen erschlagen.
Wir wollen die Lüge stellen, ihr nachjagen um die Erde,
über den Himmel, durch alle Geister, Herzen und Geheimnisse;
Dann aber … was wollen wir dann?
Bekennen!
Was wir getan haben?
Wir haben Formen zerbrochen und – Formeln geschaffen.
Wir haben die Waffen verflucht und – sie gerufen,
die Formeln zu schützen.
Wir haben Völkergemeinschaft gelobt und –
den Bruder im Osten verleugnet! Das Recht
auf Wahrheit sprengte tausendjährige Panzerung.
Wir zitterten, brüllten: Freiheit! Und – pfefferten in
die rasenden Mäuler hungernden Mäuler.
Wir haben Volkshochschulen gegründet; doch
am Bahnsteig hebt kein Behandschuhter der Frau
die Kiepe. Wir haben Volksgerichte; Konsistorialräte
berufen, Gesellschaften gegen Schmutz und Kino,
Und im Parlament stimmen sie für
Beibehaltung der Todesstrafe!
Wir haben wieder Kunst, Gymnasien und
normale Straßenbeleuchtung und – sind doch
so grenzenlos lichtlos und einsam.
Alles, was wir haben, ist doch so gänzlich sinnlos,
wesenlos, unwahr!
Nur manchmal – ganz selten – bleibt einer mitten im
Strudel der Straße stehen, als habe er etwas vergessen,
Als müsse er sich auf ein Längstentfallenes besinnen.
Und er schaut die Vorübertaumelnden an und weiß nicht,
ob er sie maßlos hasst oder maßlos – liebt.
Und er steht angeheftet, kann keinen Schritt tun,
fürchtet den längst entfallenen Faden zu verlieren.
Und plötzlich … hat er´s … presst es an sich … sieht, wie
der Verkehr, diese Einrichtungen, Gesetze, Besitze,
Interessen
Ein einziger ungeheurer Wahn sind, der uns Puppen
auf sinnloser Scheibe schiebt,
Der uns die eigene Bewegung raubt,
das eigene Gewissen,
das eigene Leben,
Der einander uns fremd, tot, lieblos …
Einsam macht! –
Und dieser Mensch spürt die grenzenlose Einsamkeit der
Erde, die gespenstische Verlassenheit aller Tumulte …
Und sein Herz schlägt ihm am Hals, will hinaus …
rote Fahnen … wehen … allen …
Doch er ist nicht Trunkener mehr; er hat sich nüchtern
getrunken, nüchterner denn die Geschäftigen!
Er spürt: mit Einem ist zu beginnen … Ohne jeden Lug, Zwang, Wahn, Nutzen,
Mit einem Weib, einem Freund … und diese … ich mit
dem Zweiten … Dritten … Vierten, Diese und – ich?
Als wäre ich frei, wahnlos, wahr … mordete nicht den
Missliebigen in Gedanken noch?
Schlinge Braten, da der Straßenkehrer
am Brot kargt?
Zucke unter fremder Meinung; töne Verse,
da nacktes Wort not?
Was haben wir alles nicht getan!
Eine Regierung haben wir, Parlamente, Staatsgerichte,
Ausschüsse; aber eins haben wir nicht:
Uns!
Drahtlose Stationen über den Erdball haben wir,
Esperanto, Sprachklassen auf allen Schulen, und doch –
versteht ein Mensch seinen Nachbarn nicht!
Wird es wahrscheinlich, was wir nicht haben?
O Menschen – lasst uns lieber Somalineger sein,
Unsrer glänzenden Haut uns zu freuen;
Eskimos, unsren warmen Atem zu wissen,
Aber lasst uns nicht länger sein:
Schießmaschinen, Bildungsapparate,
Kulturleichen!
Denn so viel haben wir und – nichts.
In dieser ersten Gedächtnisstunde erträumer Zukunft
Keine Reden, keine Programme,
Tumulte, Fahnen nicht!
Hor-chet!
Geduldig, gelassen, gehorsam euch selbst nur,
undurchbrochener Stille eine Stunde nur …
Horchet!
Und ihr werdet hören, ihr – werdet – hören, was allein nur
jeder vernimmt, und was so mächtig doch ist, dass es
erretten wird Euch – Alle!
Zum 9. November 1919
Da vor Jahren wir über die Brücke zogen
Und sie donnerte vom Gleichschritt,
Da aus unsern Gewehrläufen rote Rosen nickten, Liebesgebete,
Die wir … als Kugeln in fremde Leiber schickten, gläubig –
Da logen wir … logen … logen
bei allem „guten Glauben“ –
Weil wir nicht einmal innehielten und fragten:
Was – taten – wir?
Oder – hielten wir inne, tausendmal?
Wer könnte den Finger krümmen am Hahn, ohne sein Herz zu krümmen!
Aber … wir wagten die Frage nicht, die sich
in uns stellte,
Wir stellten uns die Frage nicht …
Drum mußten wir – bluten!
Ausbrach die Frage … aus dunkler Wunde;
Jede Hand, jedes Haus färbte sich
zu einer einzigen Blutansage. Das Blut der Totenmillionen
kam übers Land, rötete die Straßen, stieg … stieg …
und wallte in den roten Fahnen! Da bekannten wir!
Und wir donnerten über die Brücke Arm in Arm, Gläubig … im Gleichschritt. Ohne Gewehre, nicht rosenumwunden; doch roter Fahne – Bruderbluts –
zukunftstrunkne Mahnung im Aug.
So zogen wir, hielten nicht inne. –
Einmal nur … mitten auf dem Brückenbogen, da uns ankam ein kleiner Trupp, springt irgendeiner aus dem Glied, zieht mich bei der Hand, spricht Lachend, unfassbar heiter, glückstrahlend und
gar nicht alltäglich:
„Menschenskind!”
Aber wie er’s sprach! – Damals!
War alles gut glücklich keusch!
Warum denn muss jede Tat unrein werden,
wenn man sie tut?
Weil man sie tut?
Weil man sie – nicht – tut?
Was haben wir seit jenem Tag, da die Blutsfahne am
Himmel wehte, Neues getan?
Und also: getan?
Halt! Wir wollen hier innehalten. Wir wollen nicht mit
neuen Lügen alte Lügen erschlagen.
Wir wollen die Lüge stellen, ihr nachjagen um die Erde,
über den Himmel, durch alle Geister, Herzen und Geheimnisse;
Dann aber … was wollen wir dann?
Bekennen!
Was wir getan haben?
Wir haben Formen zerbrochen und – Formeln geschaffen.
Wir haben die Waffen verflucht und – sie gerufen,
die Formeln zu schützen.
Wir haben Völkergemeinschaft gelobt und –
den Bruder im Osten verleugnet! Das Recht
auf Wahrheit sprengte tausendjährige Panzerung.
Wir zitterten, brüllten: Freiheit! Und – pfefferten in
die rasenden Mäuler hungernden Mäuler.
Wir haben Volkshochschulen gegründet; doch
am Bahnsteig hebt kein Behandschuhter der Frau
die Kiepe. Wir haben Volksgerichte; Konsistorialräte
berufen, Gesellschaften gegen Schmutz und Kino,
Und im Parlament stimmen sie für
Beibehaltung der Todesstrafe!
Wir haben wieder Kunst, Gymnasien und
normale Straßenbeleuchtung und – sind doch
so grenzenlos lichtlos und einsam.
Alles, was wir haben, ist doch so gänzlich sinnlos,
wesenlos, unwahr!
Nur manchmal – ganz selten – bleibt einer mitten im
Strudel der Straße stehen, als habe er etwas vergessen,
Als müsse er sich auf ein Längstentfallenes besinnen.
Und er schaut die Vorübertaumelnden an und weiß nicht,
ob er sie maßlos hasst oder maßlos – liebt.
Und er steht angeheftet, kann keinen Schritt tun,
fürchtet den längst entfallenen Faden zu verlieren.
Und plötzlich … hat er´s … presst es an sich … sieht, wie
der Verkehr, diese Einrichtungen, Gesetze, Besitze,
Interessen
Ein einziger ungeheurer Wahn sind, der uns Puppen
auf sinnloser Scheibe schiebt,
Der uns die eigene Bewegung raubt,
das eigene Gewissen,
das eigene Leben,
Der einander uns fremd, tot, lieblos …
Einsam macht! –
Und dieser Mensch spürt die grenzenlose Einsamkeit der
Erde, die gespenstische Verlassenheit aller Tumulte …
Und sein Herz schlägt ihm am Hals, will hinaus …
rote Fahnen … wehen … allen …
Doch er ist nicht Trunkener mehr; er hat sich nüchtern
getrunken, nüchterner denn die Geschäftigen!
Er spürt: mit Einem ist zu beginnen … Ohne jeden Lug, Zwang, Wahn, Nutzen,
Mit einem Weib, einem Freund … und diese … ich mit
dem Zweiten … Dritten … Vierten, Diese und – ich?
Als wäre ich frei, wahnlos, wahr … mordete nicht den
Missliebigen in Gedanken noch?
Schlinge Braten, da der Straßenkehrer
am Brot kargt?
Zucke unter fremder Meinung; töne Verse,
da nacktes Wort not?
Was haben wir alles nicht getan!
Eine Regierung haben wir, Parlamente, Staatsgerichte,
Ausschüsse; aber eins haben wir nicht:
Uns!
Drahtlose Stationen über den Erdball haben wir,
Esperanto, Sprachklassen auf allen Schulen, und doch –
versteht ein Mensch seinen Nachbarn nicht!
Wird es wahrscheinlich, was wir nicht haben?
O Menschen – lasst uns lieber Somalineger sein,
Unsrer glänzenden Haut uns zu freuen;
Eskimos, unsren warmen Atem zu wissen,
Aber lasst uns nicht länger sein:
Schießmaschinen, Bildungsapparate,
Kulturleichen!
Denn so viel haben wir und – nichts.
In dieser ersten Gedächtnisstunde erträumer Zukunft
Keine Reden, keine Programme,
Tumulte, Fahnen nicht!
Hor-chet!
Geduldig, gelassen, gehorsam euch selbst nur,
undurchbrochener Stille eine Stunde nur …
Horchet!
Und ihr werdet hören, ihr – werdet – hören, was allein nur
jeder vernimmt, und was so mächtig doch ist, dass es
erretten wird Euch – Alle!
Zum 9. November 1919
Cuando hace años avanzábamos sobre el puente
Y él retumbaba a paso de marcha,
Cuando en el cañón de nuestros fusiles bamboleaban
rosas rojas, plegarias de amor, que nosotros…
Lanzábamos a cuerpos ajenos como balas, crédulos –
Entonces mentimos… mentimos… mentimos
A pesar de toda «la buena fe» – porque ni una sola
vez nos detuvimos por un instante, ni preguntamos:
¿Qué – hicimos?
O acaso – ¿nos detuvimos un instante, mil veces?
¡Quién pudo haber apretado el gatillo, sin que
se le apretase el corazón!
Pero… no osamos hacer la pregunta, que íntimamente
nos hacíamos,
No nos hicimos la pregunta…
¡Por eso tuvimos que – sangrar!
Brotó la pregunta… de oscura herida;
Cada mano, cada casa se tiñó hasta fundirse en
una sola mancha de sangre. La sangre de millones de muertos
anegó el paisaje, llenó de rojo las calles, trepó… trepó…
y ¡ondeó en las banderas rojas!
¡Entonces lo admitimos!
Y hacíamos retumbar el puente enganchados del brazo,
Crédulos… a paso de marcha. Sin armas, sin rosas alrededor;
Pero sí banderas rojas – sangre de nuestra sangre – Admonición colmada de futuro en los ojos.
Así marchamos, ni por un instante nos detuvimos. –
Tan solo una vez… en la mitad del puente, mientras se
dirigía a nosotros una pequeña cuadrilla, se desprende alguien
del destacamento, me tira de la mano, habla
Sonriente, inauditamente alegre, radiante y
en un tono para nada cotidiano:
«¡Hombre!»
Pero ¡Cómo lo dijo! – ¡En aquel momento!
¡Era todo bueno afortunado puro!
¿Por qué entonces se tiene que enlodar toda acción,
cuando se hace?
¿Porque se hace?
¿Porque no – se – hace?
Desde aquel día, en el que la bandera de sangre ondeó en el cielo,
¿qué cosa nueva hemos hecho?
Y ahora bien ¿hecho?
¡Alto! Queremos detenernos por un instante. No queremos
derribar con nuevas mentiras las viejas mentiras.
Queremos imputar las mentiras, darles caza en
todo el mundo, más allá del cielo, en las mentes, en los corazones y en los secretos;
Pero entonces… ¿qué queremos entonces?
¡Admitir!
¿Lo que hemos hecho?
Hemos destruido formas y – creado fórmulas.
Hemos renegado de las armas y – las hemos invocado,
para proteger las fórmulas.
Hemos alabado la comunidad de las naciones y – ¡hemos negado al hermano del Oriente!
El derecho a la verdad voló en pedazos una coraza milenaria.
Temblamos, nos desgañitamos: ¡Libertad! Y – echamos pimienta
en furiosas bocas anhelantes.
Hemos erigido escuelas para todos; pero en el andén del tren
ningún enguantado ayuda a una mujer con el cuévano.
Tenemos tribunales populares; hemos creado
casas consistoriales, sociedades contra la suciedad y el cine,
¡Y en el parlamento votan por la preservación
de la pena de muerte!
Tenemos de nuevo arte, colegios y alumbrado público normal
Y – sin embargo somos tan inmensamente lóbregos y estamos tan solos. Todo, lo que tenemos,
¡Es tan completamente absurdo, hueco, falso!
Tan solo alguna vez – muy raramente – alguien se detiene
en medio de la vorágine de las calles, como si hubiese
olvidado algo, como si tuviese que recordar
algo hace ya mucho tiempo olvidado.
Y mira la marejada tambaleante y no sabe, si
rotundamente les odia o rotundamente – les ama.
Y permanece inmóvil, no puede dar ni un paso,
teme perder el hilo hace ya tanto olvidado.
Y de repente… lo tiene… lo aprieta contra el pecho… ve,
como el tráfico, las instituciones, las leyes, las propiedades,
las preferencias
Es todo un solo monstruoso delirio, que a nosotros marionetas
nos ata a una noria sin sentido,
Que nos roba nuestro propio movimiento, nuestra propia
consciencia, nuestra propia vida,
Que nos hace extraños unos con otras, insensibles,
nos aniquila…
¡Nos hace sentirnos solos! –
Y este ser siente la infinita soledad del mundo,
la fantasmal desolación de todos los tumultos…
Y el corazón le da un vuelco y se le quiere salir por la boca…
banderas rojas… ondean… por doquier…
Pero ya no está enajenado; se ha aturdido de sobrio que
está, ¡más sobrio que los ocupados!
Lo siente: se debe comenzar con uno…
Despojado de toda mentira, imposición, ilusión, conveniencia,
Con una mujer, un amigo… y estos… yo con
el segundo… tercero… cuarto… estos y – ¿yo?
Como si yo fuera libre, indelirante, sincero… ¿acaso no
maté en mis pensamientos al repudiado?
¿No trago lomo fino, mientras al barrendero
se le esquilma el pan?
¿No me crispo ante el juicio ajeno? ¿No afino
versos, porque la palabra escueta no basta?
¡Cuántas cosas no hemos hecho!
Tenemos un Gobierno, parlamentos, tribunales, comisiones;
pero hay algo que no tenemos:
¡A nosotros mismos!
Tenemos estaciones inalámbricas por todo el mundo,
esperanto, clases de lenguas en todas las escuelas, y
sin embargo – ¡una persona no entiende a su vecino!
¿Vislumbramos lo que no tenemos?
Ay gentes – mejor seamos negros de Somalia,
para complacernos con el brillo de nuestra piel;
esquimales, para saber cálido nuestro aliento, ¡Pero no permitan que sigamos siendo:
francotiradores autómatas, aparatos
educativos, cadáveres de la cultura!
Pues tenemos tanto y – nada.
En esta primera conmemoración de un futuro soñado
¡no haya discursos, ni programas,
ni tumultos, ni banderas!
¡Es-cu-chen!
Pacientes, serenos, fieles solo a ustedes mismos, solo
una hora de ininterrumpido silencio…
¡Escuchen!
Y van a oír, van a – oír – lo que solo cada uno percibe,
Pero que es tan poderoso, que les salvará
A ustedes – ¡Todos!
En conmemoración del 9 de noviembre de 1919 – primer aniversario después de
un largo periodo de guerra que dio inicio a la República de Weimar.
Licenciada en Idiomas de la UIS de Bucaramanga y traductora de la Escuela de Interpretación de Zúrich, trabajó como traductora del alemán, el inglés y el francés al castellano en la FIFA en Zúrich, Suiza. Ha dedicado varios años a viajes de investigación sobre la poética, el arte y las religiones del mundo. Escribe poesía y participó en el Festival de Poesía de Medellín en Bucaramanga (2012) y en la Temporada de Letras de Pasto (2013). Codirigió y participó en la Cantera de Traductores de la ACTTI (2016) y ganó la beca de traducción con la que se publicó el libro n.° 128 de la Colección de Libro al Viento de Idartes en Bogotá: la Marquesa de O. de Heinrich von Kleist (2017). Trabaja como traductora editorial independiente, intérprete, presentadora de festivales literarios y ha sido jurado de diversas las becas de traducción en Colombia. En el 2024 tiene proyectada la publicación de una primera traducción al castellano de una selección de poemas del político y escritor alemán Friedrich Wolf, con la editorial independiente Pluma del Este en Colombia.