El camino cuesta abajo
Traducción del inglés por Esperanza Vera
Texto original de Louisa May Alcott
Edición por Alejandro Ramírez Pulido
Imagen: «Three young women eat spaghetti on floaties» de Hamilton Wright
Dos doncellas yanquis de aire sencillo,
serias y muy dedicadas,
vienen navegando hacia Francia
para escapar de las heladas.
Cuando arribaron a esa costa salvaje
despreciaron las costumbres locales,
no comieron la comida nativa,
ni montaron los nativos carruajes.
¡Oh, los manjares de nuestro hogar!
¡Oh, nuestra comida sencilla!
Estas cosas horribles, grasientas y desconocidas,
¿cómo podrías pensar que son una maravilla?
Así le dijeron a Amanda,
una sencilla doncella,
que comía en paz y no respondía
hasta que la cuestionaron a ella:
—¿Cómo puedes comer esta basura vil
que atenta contra toda ley de la naturaleza?
¿Cómo puedes comerte las uñas en punta
hasta convertirlas en garras sin belleza?
Entonces dijo Amanda muy paciente:
—Amores, esperen un momento,
con el paso del tiempo no verán
las uñas o viandas como vil alimento.
Ha pasado un mes, y ahora vemos
esta profecía realizada;
la pasión de esas doncellas
está completamente apagada.
Matilda fue la primera en caer,
atraída por el oscuro camarero,
y en horribles platos uno a uno
hundió tímida su tenedor entero.
Prometió por una corta semana
dejarse las uñas crecer,
pero añadió como salvedad
que esto jamás le iba a parecer.
Así fue como dio el paso fatal,
se comprometió con el pecado,
quedó pues todo perdido; de ahí en adelante
las costumbres francesas seguro habrían ganado.
Lavinia siguió esa estela,
y caminó el mismo recorrido,
primero comió entrañas, luego sesos picados,
anguilas, setas, y sapo encurtido.
—¡Qué insulsa es la comida de nuestro hogar
—exclamó— tras esta comida deliciosa!
¡Embutidos y salvajes trozos de carne,
esa que una vez nos pareció sabrosa!
Y ahora en todas sus horas de ocio
un recurso nunca desechan,
mañana, tarde y noche se sientan
y a sus uñas regresan.
Entonces, si en un mes fatal y corto
un cambio como este ha aparecido
oh, ¿cuál será el siguiente resultado
cuando allá por años hayan permanecido?
Two Yankee maids of simple mien,
And earnest, high endeavour,
Come sailing to the land of France,
To escape the winter weather.
When first they reached that vicious shore
They scorned the native ways,
Refused to eat the native grub,
Or ride in native shays.
‘Oh, for the puddings of our home!
Oh, for some simple food!
These horrid, greasy, unknown things,
How can you think them good?’
Thus to Amanda did they say,
An uncomplaining maid,
Who ate in peace and answered not
Until one day they said–
How _can_ you eat this garbage vile
Against all nature’s laws?
How _can_ you eat your nails in points,
Until they look like claws?’
Then patiently Amanda said,
‘My loves, just wait a while,
The time will come you will not think
The nails or victuals vile.’
A month has passed, and now we see
That prophecy fulfilled;
The ardour of those carping maids
Is most completely chilled.
Matilda was the first to fall,
Lured by the dark gossoon,
In awful dishes one by one
She dipped her timid spoon.
She promised for one little week
To let her nails grow long,
But added in a saving clause
She thought it very wrong.
Thus did she take the fatal plunge,
Did compromise with sin,
Then all was lost; from that day forth
French ways were sure to win.
Lavinia followed in her train,
And ran the self-same road,
Ate sweet-bread first, then chopped-up brains,
Eels, mushrooms, pickled toad.
She cries, ‘How flat the home _cuisine_
After this luscious food!
Puddings and brutal joints of meat,
That once we fancied good!’
And now in all their leisure hours
One resource never fails,
Morning and noon and night they sit
And polish up their nails.
Then if in one short fatal month
A change like this appears,
Oh, what will be the next result
When they have stayed for years?
Two Yankee maids of simple mien,
And earnest, high endeavour,
Come sailing to the land of France,
To escape the winter weather.
When first they reached that vicious shore
They scorned the native ways,
Refused to eat the native grub,
Or ride in native shays.
‘Oh, for the puddings of our home!
Oh, for some simple food!
These horrid, greasy, unknown things,
How can you think them good?’
Thus to Amanda did they say,
An uncomplaining maid,
Who ate in peace and answered not
Until one day they said–
How _can_ you eat this garbage vile
Against all nature’s laws?
How _can_ you eat your nails in points,
Until they look like claws?’
Then patiently Amanda said,
‘My loves, just wait a while,
The time will come you will not think
The nails or victuals vile.’
A month has passed, and now we see
That prophecy fulfilled;
The ardour of those carping maids
Is most completely chilled.
Matilda was the first to fall,
Lured by the dark gossoon,
In awful dishes one by one
She dipped her timid spoon.
She promised for one little week
To let her nails grow long,
But added in a saving clause
She thought it very wrong.
Thus did she take the fatal plunge,
Did compromise with sin,
Then all was lost; from that day forth
French ways were sure to win.
Lavinia followed in her train,
And ran the self-same road,
Ate sweet-bread first, then chopped-up brains,
Eels, mushrooms, pickled toad.
She cries, ‘How flat the home _cuisine_
After this luscious food!
Puddings and brutal joints of meat,
That once we fancied good!’
And now in all their leisure hours
One resource never fails,
Morning and noon and night they sit
And polish up their nails.
Then if in one short fatal month
A change like this appears,
Oh, what will be the next result
When they have stayed for years?
Dos doncellas yanquis de aire sencillo,
serias y muy dedicadas,
vienen navegando hacia Francia
para escapar de las heladas.
Cuando arribaron a esa costa salvaje
despreciaron las costumbres locales,
no comieron la comida nativa,
ni montaron los nativos carruajes.
¡Oh, los manjares de nuestro hogar!
¡Oh, nuestra comida sencilla!
Estas cosas horribles, grasientas y desconocidas,
¿cómo podrías pensar que son una maravilla?
Así le dijeron a Amanda,
una sencilla doncella,
que comía en paz y no respondía
hasta que la cuestionaron a ella:
—¿Cómo puedes comer esta basura vil
que atenta contra toda ley de la naturaleza?
¿Cómo puedes comerte las uñas en punta
hasta convertirlas en garras sin belleza?
Entonces dijo Amanda muy paciente:
—Amores, esperen un momento,
con el paso del tiempo no verán
las uñas o viandas como vil alimento.
Ha pasado un mes, y ahora vemos
esta profecía realizada;
la pasión de esas doncellas
está completamente apagada.
Matilda fue la primera en caer,
atraída por el oscuro camarero,
y en horribles platos uno a uno
hundió tímida su tenedor entero.
Prometió por una corta semana
dejarse las uñas crecer,
pero añadió como salvedad
que esto jamás le iba a parecer.
Así fue como dio el paso fatal,
se comprometió con el pecado,
quedó pues todo perdido; de ahí en adelante
las costumbres francesas seguro habrían ganado.
Lavinia siguió esa estela,
y caminó el mismo recorrido,
primero comió entrañas, luego sesos picados,
anguilas, setas, y sapo encurtido.
—¡Qué insulsa es la comida de nuestro hogar
—exclamó— tras esta comida deliciosa!
¡Embutidos y salvajes trozos de carne,
esa que una vez nos pareció sabrosa!
Y ahora en todas sus horas de ocio
un recurso nunca desechan,
mañana, tarde y noche se sientan
y a sus uñas regresan.
Entonces, si en un mes fatal y corto
un cambio como este ha aparecido
oh, ¿cuál será el siguiente resultado
cuando allá por años hayan permanecido?
Esperanza Vera estudió traducción en inglés, alemán y español en la Universidad de Concepción. Habiéndose interesado por la literatura durante toda su vida académica, decidió realizar un diplomado de traducción literaria el año 2024 en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Esperanza ha traducido diversos textos desde manuales, incluyendo su pasión por los juegos de mesa al traducir sus instructivos, hasta textos de índole científica, pero nunca dejando de lado su pasión por la traducción literaria. Cuando no está traduciendo, Esperanza dedica su vida a la enseñanza del inglés en un instituto de idiomas y en clases particulares; mientras que en sus tiempos libres disfruta de la lectura y tiempo con su gatita Apolo.