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Remembranza

por Emily Brontë, traducción de Juan Emilio Cervantes Pineda

Traducción del inglés por Juan Emilio Cervantes Pineda
Texto original de Emily Brontë
Edición por Alejandro Ramírez Pulido
Imagen: «The Wedding Dress» de Frederick William Elwell

¡Frío en la tierra… y la profunda nieve amontonada sobre ti:
Lejano, distante, frío en la sombría tumba!
¿Acaso he olvidado, mi único Amor, amarte
Separados al fin por la ola del tiempo que todo separa?

Ahora, cuando esté sola, ¿dejarán mis pensamientos de sobrevolar
Sobre las montañas, en aquella costa al norte,
Al reposar sus alas allí donde las hojas del brezo y el helecho
Cubren tu noble corazón para siempre, eternamente?

Frío en la tierra… y quince salvajes diciembres,
De aquellas colinas cafés, han decantado en primavera:
¡Fiel, en efecto, es el espíritu que recuerda
Tras tales años de cambio y sufrimiento!

Dulce Amor de juventud, perdona, si me he olvidado de ti,
Mientras la marea del mundo me lleva consigo;
Otros deseos y otras esperanzas me cercan,
¡Esperanzas que te niegan, pero que no pueden hacerte mal!

Ninguna nueva luz ha iluminado mi cielo,
Ninguna segunda mañana ha brillado para mí.
Toda la dicha de mi vida me la dio tu amada vida,
Toda la dicha en mi vida está en la tumba junto a ti.

Pero, cuando los días de sueños dorados hayan perecido
E incluso la desesperación fuera imposible de destruir,
Habré entonces aprendido a apreciar a la existencia,
Fortalecida y alimentada sin la ayuda de la alegría.

Entonces contuve las lágrimas de pasión inútil…
Desprendí a mi joven alma de tu anhelo;
Severamente negué su ferviente deseo de apresurarse
directamente hacia esa tumba ya más que mía.

E, incluso así, no lo dejo marchitar,
No lo dejo complacerse en el eufórico dolor de mi memoria;
Tras haber bebido por completo esa angustia divina,
¿Cómo podría anhelar el vano mundo otra vez?

Cold in the earth—and the deep snow piled above thee,
Far, far removed, cold in the dreary grave!
Have I forgot, my only Love, to love thee,
Severed at last by Time’s all-severing wave?

Now, when alone, do my thoughts no longer hover
Over the mountains, on that northern shore,
Resting their wings where heath and fern-leaves cover
Thy noble heart forever, ever more?

Cold in the earth—and fifteen wild Decembers,
From those brown hills, have melted into spring:
Faithful, indeed, is the spirit that remembers
After such years of change and suffering!

Sweet Love of youth, forgive, if I forget thee,
While the world’s tide is bearing me along;
Other desires and other hopes beset me,
Hopes which obscure, but cannot do thee wrong!

No later light has lightened up my heaven,
No second morn has ever shone for me;
All my life’s bliss from thy dear life was given,
All my life’s bliss is in the grave with thee.

But, when the days of golden dreams had perished,
And even Despair was powerless to destroy,
Then did I learn how existence could be cherished,
Strengthened, and fed without the aid of joy.

Then did I check the tears of useless passion—
Weaned my young soul from yearning after thine;
Sternly denied its burning wish to hasten
Down to that tomb already more than mine.

And, even yet, I dare not let it languish,
Dare not indulge in memory’s rapturous pain;
Once drinking deep of that divinest anguish,
How could I seek the empty world again?

Cold in the earth—and the deep snow piled above thee,
Far, far removed, cold in the dreary grave!
Have I forgot, my only Love, to love thee,
Severed at last by Time’s all-severing wave?

Now, when alone, do my thoughts no longer hover
Over the mountains, on that northern shore,
Resting their wings where heath and fern-leaves cover
Thy noble heart forever, ever more?

Cold in the earth—and fifteen wild Decembers,
From those brown hills, have melted into spring:
Faithful, indeed, is the spirit that remembers
After such years of change and suffering!

Sweet Love of youth, forgive, if I forget thee,
While the world’s tide is bearing me along;
Other desires and other hopes beset me,
Hopes which obscure, but cannot do thee wrong!

No later light has lightened up my heaven,
No second morn has ever shone for me;
All my life’s bliss from thy dear life was given,
All my life’s bliss is in the grave with thee.

But, when the days of golden dreams had perished,
And even Despair was powerless to destroy,
Then did I learn how existence could be cherished,
Strengthened, and fed without the aid of joy.

Then did I check the tears of useless passion—
Weaned my young soul from yearning after thine;
Sternly denied its burning wish to hasten
Down to that tomb already more than mine.

And, even yet, I dare not let it languish,
Dare not indulge in memory’s rapturous pain;
Once drinking deep of that divinest anguish,
How could I seek the empty world again?

¡Frío en la tierra… y la profunda nieve amontonada sobre ti:
Lejano, distante, frío en la sombría tumba!
¿Acaso he olvidado, mi único Amor, amarte
Separados al fin por la ola del tiempo que todo separa?

Ahora, cuando esté sola, ¿dejarán mis pensamientos de sobrevolar
Sobre las montañas, en aquella costa al norte,
Al reposar sus alas allí donde las hojas del brezo y el helecho
Cubren tu noble corazón para siempre, eternamente?

Frío en la tierra… y quince salvajes diciembres,
De aquellas colinas cafés, han decantado en primavera:
¡Fiel, en efecto, es el espíritu que recuerda
Tras tales años de cambio y sufrimiento!

Dulce Amor de juventud, perdona, si me he olvidado de ti,
Mientras la marea del mundo me lleva consigo;
Otros deseos y otras esperanzas me cercan,
¡Esperanzas que te niegan, pero que no pueden hacerte mal!

Ninguna nueva luz ha iluminado mi cielo,
Ninguna segunda mañana ha brillado para mí.
Toda la dicha de mi vida me la dio tu amada vida,
Toda la dicha en mi vida está en la tumba junto a ti.

Pero, cuando los días de sueños dorados hayan perecido
E incluso la desesperación fuera imposible de destruir,
Habré entonces aprendido a apreciar a la existencia,
Fortalecida y alimentada sin la ayuda de la alegría.

Entonces contuve las lágrimas de pasión inútil…
Desprendí a mi joven alma de tu anhelo;
Severamente negué su ferviente deseo de apresurarse
directamente hacia esa tumba ya más que mía.

E, incluso así, no lo dejo marchitar,
No lo dejo complacerse en el eufórico dolor de mi memoria;
Tras haber bebido por completo esa angustia divina,
¿Cómo podría anhelar el vano mundo otra vez?

Juan Emilio Cervantes Pineda es originario de la Ciudad de México, actualmente se encuentro en el último semestre de la Licenciatura en Traducción de la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se especializa en el área de Traducción para las Relaciones Internacionales que se enfoca en textos de ciencias sociales y humanidades. Sin embargo, la literatura ha estado presente en muchos ámbitos de su vida, desde Dickinson y Sōseki hasta Glück y Cortázar. Le apasiona el campo de la investigación en estudios de traducción, así como la traducción literaria y la traducción poscolonial, ya que considera que debería existir una relación de igualdad entre lenguas, textos y culturas. Sus lenguas de trabajo son el español, el inglés y el alemán. Hoy en día le interesa mucho la traducción de literatura palestina desde la perspectiva de la teoría de traducción poscolonial.